Thursday, April 17, 2014

Now you're taking it time after time



(No puedo esperar para publicar esto tras el balconeo anterior, así que ahí va otro viaje en el tiempo)

Para no variar, esta historia no es sólo sobre música. Es una historia sobre un amor perdido y, venturosamente, reencontrado.

La primera vez que escuché a Suede fue a través de la edición de 1993 de una infame compilación llamada Now: That's What I Call Music. Una amiga de la secundaria la había recibido como souvenir de alguno de los viajes de su hermana mayor, y tuvo la gentileza de prestármela. Su intención, supongo, era reformarme o, al menos, que se me pegaran las rolas que ella adoraba bailar siendo mi total opuesto: sociable, divertida, segura de sí (Esto es para ti, Zaide, donde quiera que estés).

Las cosas resultaron un tanto distintas. La compilación en cuestión estaba compuesta por dos discos y, en vez de ser un batidillo de géneros, ostentaba un intento de curaduría. El disco número uno estaba lleno de los éxitos que movieron las pistas de baile, desde "Living on My Own" de Freddy Mercury hasta las olvidadas (espero) "All That She Wants", "Informer", "Sweat" y un aburrido etcétera. El segundo disco, en cambio, cedía un espacio al "alternativo" en pleno boom aquel año. Por supuesto, se trataba de lo más digerible, como K. D. Lang con "Constant Craving", Ugly Kid Joe con "Cats in the Cradle", o 4 Non Blondes con "What's Up" y, en medio de todo aquel chicle bomba, una extraña excepción: "Animal Nitrate" de Suede.

No puedo negar que algunas de las rolas de ese "disco dos" me gustaban o que un par de ellas aún me agradan, pero una vez que hube topado con "Animal Nitrate" la espera de siete canciones para llegar a ella, ya que mi amiga tenía de vuelta los CDs y yo me quedaba con mi copia en cassette (No, los quemadores de discos aún no existían), era absolutamente insoportable.


"Animal Nitrate" se convirtió en mi fix. Quizá la metáfora no sea la más honesta en el entendido de que, aparte de la música, mis adicciones se limitan al café y al cigarro. Sin embargo, es la más atinada. Me enganché con la violencia de las guitarras; con aquella voz que no me permitía precisar si provenía de un hombre o de una mujer: poderosa y, a la vez, dulce, hipnotizante.


Al terminar la canción me veía obligada a rebobinar la cinta para escucharla de nuevo, una y otra y otra vez, hasta que el cassette acababa por fastidiarse. Recuerdo que en tres ocasiones más tuve que pedir a mi amiga me prestara los discos. La segunda de ellas, además de grabar entero el CD dos, aproveché para colocar "Animal Nitrate" al inicio del mixtape que me hacía sentir más orgullosa.


La mayor gentileza de mi amiga, aunque ella ignoraba esto, era que, cada vez que me dejaba en custodia la compilación, me regalaba uno o dos días para escuchar LA ROLA on a loop. No recuerdo otra experiencia similar. No creo haber escuchado otra canción con el mismo grado de devoción. Ni siquiera "Ballrooms of Mars", y escribir eso...


Trágicamente, en aquella época no pude conseguir más material de Suede. En México apenas comenzaban a llegar de manera consistente álbumes importados. Las disqueras aún no consideraban un negocio hacer versiones regionales. Internet no era una presencia prevasiva. La radio ofrecía escasas opciones musicales (aunque un poco más tarde WFM se consolidó para dar entrada a buena parte de la música que me acompañaría durante la adolescencia). La televisión por cable era muy costosa y, como si no fuera suficiente, el ser por cercanía mercado dependiente de los gustos norteamericanos provocaba que nadie ubicara de quién diablos hablaba cuando preguntaba por algo de ellos en las tiendas (The London Suede, los forzaron a nombrarse para poder entrar a Estados Unidos). Incluso cuando el "Britpop" se popularizó en México las cosas no mejoraron. Todo lo que se escuchaba era Oasis o Blur, y a los primeros los odiaba; a los segundos los toleraba con dificultad.


Pasó el tiempo; todas mis cintas con "Animal Nitrate" se rompieron. Crecí; me convertí en una cazadora de música. Las maravillas que iba descubriendo me sedujeron y, en el proceso, olvidé a Suede.


Al menos, eso parecía.


Catorce años después, durante el último capítulo de la serie Seven Ages of Rock, distinguí los acordes iniciales de "Animal Nitrate". De inmediato, salté del sillón hacia el centro de la sala y comencé a gritar, a temblar, a bailar, a llorar, ante la mirada aterrorizada del ya-no-más-significant-other. Le rogué que anotara el nombre de la banda para poder continuar viendo los fragmentos de sus presentaciones y nunca, nunca más olvidarlos.


A los dos días, ya tenía todos sus álbumes y sus lados B. Pasé meses escuchándolos de manera todavía más obsesiva. A veces, llorando desesperadamente porque quería tener trece años otra vez, y pasar mi adolescencia entera soñando con su música. Sentía que haber crecido sin ellos era un despojo. Que algo precioso me había sido robado.


En 2010 Suede se reunió.


Al leer la noticia, lo único que deseaba era tirarme desde un puente, pues aseguraron que sólo ofrecerían un par de conciertos. Afortunadamente, existe una cierta justicia (torpe, lenta) en el universo, y no fue así. Volé a Londres para alcanzarlos en la O2 Arena. Luego, vinieron a México, como si los milagros en verdad existieran.


No logro recuperarme del rush de felicidad absoluta que sentí al cantar junto con ellos en esos conciertos. Creo que jamás lo haré. No quiero.


Cierro esta nota con la liga al video de "Animal Nitrate". Advierto: es ponzoñoso.