Sunday, June 09, 2013

Beware the savage jaw of 1984


Con esta nota, retrospectiva y no, comienzo el recorrido por la colección de discos publicados en 1984.

1984: El año en que se desarrolla la más brutal de las distopías. El año que, de manera juguetona, George Orwell escoge para explorar los extremos del control social, pero también al lenguaje como único vehículo para preservar, no la libertad de pensamiento, sino la mismísima capacidad de pensar; de construir un sentido de identidad y de plantarse con un "yo" en la boca frente a un sistema cimentado en la anulación de la metáfora, de la diferencia, de la connotación.

Mil novecientos ochenta y cuatro: La novela que sirve a David Bowie como inspiración del álbum Diamond Dogs (1974), al cual debo una mención especial.

Por lo regular se piensa en Diamond Dogs como un "álbum de concepto", pero lo cierto es que resulta mucho menos coherente que otros de los experimentos de Bowie en estos territorios (incluso que Aladdin Sane, uno de los más sueltos). La razón, es que este disco compila material compuesto para un proyecto fallido de transformar la novela de Orwell en una ópera rock, junto con cortes que documentan la transición del camaleón entre el glam y el "plastic soul". 

A pesar de contener "Rebel Rebel", uno de los sencillos más importantes de Bowie durante este periodo, el álbum generó muchas opiniones encontradas. Se le consideró pretencioso, desarticulado, poco serio, aunque eso no impidió que ocupara una buena posición en las listas. Los defectos del disco y todas las dificultades alrededor de su grabación, tampoco impidieron que fuera cuna de un espectáculo que pasaría a la historia por su grandiosidad.

Sin ser uno de mis discos favoritos, puedo decir que lo que me llama la atención de Diamond Dogs son sus contrastes. Por una parte, la visión casi caricaturesca de un enclave apocalíptico llamado Hunger City; los bizarros personajes que lo habitan: los diamond dogs, una suerte de fuerza represiva que mantiene la distancia entre los más privilegiados (como el personaje en turno de Bowie, Halloween Jack) y los peoploids, mutantes perseguidos por ratas "del tamaño de gatos" y condenados a sobrevivir de los desperdicios; los asombrosos resultados de la experimentación con la técnica del cut-up heredada por Burroughs en las letras. Por otra, la indiscutible posición de Bowie como un lector "de los buenos", de esos que son capaces de desentrañar, en la reescritura, los sentidos más productivos y prístinos de un texto.    

Recuerdo siempre presa del escalofrío la primera ocasión que leí Mil novecientos ochenta y cuatro, especialmente, la desesperación, la paranoia y el terror que me causaba la constante repetición de la frase "nosotros somos los muertos". Nunca pensé que un recurso narrativo en apariencia tan simple pudiera ser tan efectivo y tan cruel. Recuerdo también un taller de verano en el cual, después de haberle recetado a mis alumnos la novela, les hice escuchar algunas de las canciones de Bowie. Recuerdo, amorosamente, sus caras de angustia mientras sonaba "We Are the Dead" y recuerdo sus exclamaciones al final: ¡Qué poca madre! ¡Se siente horrible! ¡Los coros, los susurros, te persiguen, no te dejan en paz! ¡No te permiten olvidar que estás muerto, que ya te chingaron, que el Gran Hermano no te dejará escapar! Una novela completa, sí, en una canción de menos de cinco minutos...

Pero no sólo disfruto ese momento de angustia condensada, adoro la capacidad de Bowie para vestirse con otras pieles, para entrar en la mente de los "adoctrinados" y producir una declaración de alianza, fidelidad y amor como "Big Brother"; adoro el equilibrismo imposible que lo lleva a terminarla con las voces incansables de las hordas que veneran al Gran Hermano hasta la locura en "Chant of the Ever Circling Skeletal Family". Adoro también el cinismo funk de "1984"; la controversia respecto a si la letra dice "savage jaw" o "savage lure"; la supuesta idea de que la decadencia rockera promovida por Bowie en años previos se constituía, al menos en su mente, como uno de los motores que estaban impulsando a la sociedad a convertirse en un reflejo de la ilustrada por la novela.

CF y Rock, Orwell y Bowie, who could ask for more?

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