Friday, August 12, 2005

Texto recibido dentro del marco del Taller de Ciencia-Ficción Posmoderna. Versión 1.0, 2005 (Instituto Mexicano de la Juventud) 10

SIN TÍTULO
Por Claudia Daniela Chávez Márquez

Cuando aparece la luna y todas las estrellitas terrestres van apagándose una a una, y el silencio perturba mis oídos, ellos aparecen.
Anuncian su llegada, yo espero tranquila. Ya me acostumbré. Al principio me aterraba, me metía a las cobijas y así, quieta me quedaba dormida, ahora sólo veo y dejo que me lleven. Los cormis son los que te llevan a otras regiones mientras duermes. Hoy me preguntó el principal qué quería soñar esta vez, le dije que quería ver lo que hacen. Entonces él puso su mano en mi frente y la deslizó por mis ojos cerrándolos.
Cuando desperté vi una sombra en la pared ladeándose; la puerta corrediza del clóset rechinaba; sentí un brusco aire debajo de la cama; me sentí muy ligera. De pronto, como por arte de magia, salí de la cama y volaba con el aire.
Entonces vi mi cuerpo, era gigante, todo era grande, junto a mí estaba un cormi y con un chasquido de dedos vimos muchas lucecitas verdes a los alrededores, como visión láser traspasando paredes y materiales, incluso cuerpos humanos, veíamos esas cositas; con un aplauso el cormi junto a todas esas luces y las juntó, como un ramito de botones de flores, las roció con su aliento, entonces salieron como fumarolas, o fantasmas de gentes, daban vueltas y vueltas, se encontraban, buscaban; era como una sociedad, algunos corrían, otros iban muy lento, como deprimidos o cansados, otros se juntaban y hacían fiestas y reuniones, otros más descansaban o iban a lugares extraños, como cuevitas.
Me dio mucha curiosidad verlos meterse a esas cuevitas y le pedí al cormi que me llevara a una; él dijo que me advertía que era lo que deseaban sus ocupantes, lo que inconscientemente querían, le dije que quería entrar y fuimos.
La primera era un pedazo de pasto, muy verde y lindo, en uno de sus valles había una hamaca sujeta de dos árboles, en ella dormitaba un señor obeso y de mal aspecto.
La segunda cueva era oscura, con luces bajas color marrón y café, había pequeñísimos volcanes y algunas luces que apagaban y prendían.
—Mira, decía el cormi,— ¡Allá está el creador de éste “ecosistema”, si es que así se le puede llamar!
Sentado en un diván un hombre cuarentón, de anteojos, hablaba solo, enfrente de él había un escritorio vacío.
El cormi me comentó que ese hombre era un psicoanalista que trataba a los psicólogos cada periodo, para que ellos se desahogaran con él de todo sus casos.
En la tercer cuevita había muchas carreteras vacías y un pilar en medio; todo estaba muy tranquilo y cuando miramos la parte más alta del pilar vimos a un señor acostado en una cama amplia, con una sombrilla gigante arriba de él, tomaba una cerveza; al salir el cormi me comentó que era un policía de tránsito.
En la última cuevita que visitamos estaba mi cuarto, conmigo en la cama, pero era de día, yo me levantaba corriendo y les contaba a todas las personas que me topaba lo que pasaba cuando la gente dormía, incluso cuando veía a la gente recordaba lo que había hecho en su sueño, y se sorprendían. Entonces me llevaban con gente importante, a todas les dije lo que hacían, y de pronto estaba yo en un laboratorio con muchos cables conectados en todo mi cuerpo.
De pronto me volteó a ver y me dijo:
—¿Esto es lo que quieres, verdad? Me equivoqué al traerte aquí; por algo está prohibido, pero voy a hacer que lo olvides todo.— Me acercó una bombilla roja, pero de la impresión desperté y me di cuenta de que no podía alcanzarme el cormi ya que era de día y en el día no pueden aparecer. Me dispuse a escribir lo que había pasado y, he aquí en las manos de mi lector.
¿Será sólo un sueño mío, o realmente pasó?

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