Monday, July 18, 2005

Texto recibido dentro del marco del Taller de Ciencia-Ficción Posmoderna. Versión 1.0, 2005 (Instituto Mexicano de la Juventud) 4

PENSAMIENTOS FICTICIOS
Por Maribel Surián Rodríguez

Pareciera ser que los escritores de ciencia-ficción son los grandes profetas del futuro, aquellos que hablaban de viajes a otros mundos le atinaron, de alguna manera u otra, a los avances científicos que le han permitido al ser humano explorar el Universo Exterior. Aquellos otros que veían en las máquinas y robots el símil de trabajadores humanos, o incluso de intelectuales, no parecen estar tan alejados de la realidad actual. O aquellos otros que dejaron de fijarse en lo enorme y majestuoso y voltearon la mirada hacia lo pequeño e insignificante, que conjuntado con la nanotecnología, nos brindan la oportunidad de cuestionarnos qué tan grande o pequeña es la humanidad y cuáles han sido, son y serán sus alcances.
Es innegable que la ciencia-ficción va de la mano con la tecnología, pero me acosa la pregunta, que quizá ya tiene respuesta, la pregunta que necesariamente se han hecho una gran cantidad de científicos, divulgadores de la ciencia y literatos ¿qué tan importante es el conocimiento científico y tecnológico en y para la ciencia-ficción? ¿es el mero pretexto para hacer críticas abiertas al sistema institucionalizado? ¿es la excusa para hablarles de ciencia a las masas ignorantes, o públicos para que se escuche más elegante, sobre tales avances? (sarcasmo ¡eh!) No vaya a ser que no entiendan o que no compren los productos o argumentos científicos y de divulgación y educación, un ejemplo claro es cuando se habla de física cuántica a chavos de bachillerato poniéndole nombres y caricaturizando a los quarks (esto se puede leer en algunas de las cédulas de la sala “Estructura de la materia” en Universum, Museo de las Ciencias–UNAM).
Lo que me preocupa sobremanera es que los chavos y chavas estudiantes de cualquier nivel (sea primaria o licenciatura) amas de casa, profesores y otros profesionistas ajenos al quehacer científico no tengamos las herramientas necesarias para distinguir entre la fantasía, la ficción, lo real, lo verdadero y lo posible. Y es que la ciencia a veces está por detrás de la ficción, que nos encanta y nos recrea quizá como una alternativa de escape de nuestra nada ficticia realidad. Es por eso que me preocupa que cuando leemos un cuentito de ciencia-ficción, o vamos a dominguear al cine a ver Yo robot o Inteligencia artificial o Un día después del mañana no encontremos respuestas factibles y válidas a nuestra pregunta “¿será posible que pase tal cosa?”
Es de admirarse la capacidad del ser humano de imaginar y de crear, pero sobre todo de crear e imaginar en conjunto, basados en las críticas sociales, en conocimiento científico, en avance tecnológico, en el eterno sueño de mejorar nuestras circunstancias. Pero ¿qué tan alejados estamos de la ficción? O ¿qué tan ficticia es la realidad? Si en nuestro propio planeta, continente, país y ciudad podemos notar, con un mínimo de esfuerzo y curiosidad, que existen mundos paralelos, completamente distintos y perfectamente delimitados. Una pregunta más ¿qué tanto bien o mal le ha hecho la ciencia-ficción a la ciencia misma? Si bien por una parte ha provocado en niños y jóvenes vocaciones científicas, y no faltan científicos y divulgadores aficionados a obras literarias o cinematográficas dedicadas a dicho género; también ha fomentado muchos otros modos de pensar que caen en el absurdo y en lo fantasioso, sobran ejemplos de marcianos y cactáceas asesinas, o nombres de personajes científicos que son los villanos del cuento y que además están locos de atar, o son tontos o nerds y siempre usan bata blanca, guantes de látex y anteojos de fondo de botella.
Como ejemplo del argumento anterior, y para apegarnos a acontecimientos no tan lejanos, basta recordar el video entregado por el mismísimo Ejército Nacional a uno de los charlatanes más inteligentes de México en el que asegura aparecen naves inteligentes, muestra fidedigna e irrefutable de que “un mundo nos vigila”. Para desgracia de los divulgadores de la ciencia, tal personaje es digno de reconocimientos en el ámbito de la mercadotecnia y de la publicidad, ya que cuando aparece en televisión tiene más éxito y público que los programas de TV UNAM en los que aparece Julieta Fierro (a manera de percepción personal y como resultado de una mini encuesta con la familia y los cuates).
Para concluir, me gustaría agregar que me pareció sumamente interesante este curso de Ciencia-Ficción Posmoderna, superó mis expectativas y aprendí mucho más sobre el tema y anexos (me encanta la idea de los no-lugares) escuché música que jamás había disfrutado (lo más cercano a mi realidad fue la cita del “Baile del sapo” ¡ja!) y me parece que fue una oportunidad para ampliar nuestros horizontes y acrecentar nuestra cultura. ¡Mil Gracias!
P.D. Intenté realizar un cuentito, pero lo cierto es que no me atrevo a escribir ciencia-ficción, no me siento lista para el salto; luego pensé en hacer un poema o algo más romántico-melancólico, pero no estuve de humor; y por último traté de sobornar a mi otra hermana para que me hiciera la tarea (ya que ella pinta súper bien) pero no le llegué al precio.
Así que, basada en una novela que me agradó e impresionó mucho por la crítica social y el contenido científico realicé una fábula. La obra de la que hablo es de Edwin A. Abbot (matemático y geólogo por la universidad de Cambridge, y además medio feminista para la época en que vivió) y se titula Planilandia, una novela de muchas dimensiones (1884).

EL POLIEDRO VANIDOSO
En una clase de Matemáticas, una vez coincidieron un Triángulo y un Octaedro.
El segundo menospreciaba con frecuencia al primero.
“Tú no tienes volumen como yo.”
Decía, sin provocar en el Triángulo enojo ni menoscabo.
“Además eres plano, y en lugar de caras sólo tienes lados.”
A lo que el Triángulo contestó:
“Mírate bien y descubrirás que no tienes motivos para alardear, pues aunque iguales no somos, me llevas en cada una de tus caras”.

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